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sábado, 26 de marzo de 2011

JESUS, EL HOMBRE LIBRE FRENTE AL EXITO


El éxito da prestigio, renombre, abre puertas, es halagador. Su divinización, la falta de libertad ante él lleva muchas veces a la hipocresía, mentira, calumnia... La ambición de éxito lleva a sobornar y a prostituirse.
El tentador llevó a Jesús a Jerusalén,
"lo puso en lo alto del templo y le dijo: Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: "Encargará a sus ángeles que cuiden de tí y te guarden..." (Lc. 4,9-12).
Es la necesidad de ganar, de tener éxito, de vencer... y así tener renombre y gloria humana.
Jesús nunca hizo un milagro buscando la admiración de la gente, el éxito espectacular, el hacerse valer (Mc. 8,11-12; 15,29-32). Tampoco buscó su gloria:
"Si yo mismo me procurase gloria, mi gloria no valdría nada; es mi Padre quien me la procura, el que ustedes dicen que es su Dios, aunque nunca lo han conocido... Pero lo conozco bien y cumplo su mensaje" (Jn. 8,54-55).
"Gloria humana no la acepto... ¿cómo les va a ser posible creer a ustedes, que aceptan gloria unos de otros y no buscan la gloria que se recibe sólo de Dios? (Jn. 5,41-44).
Resucitado, no se hizo ver de los grandes (Pilato, el Sumo Sacerdote...) sino de aquellos pobres hombres y mujeres que él había elegido, le habían dejado solo (Mc. 14,15), y les costaba creer en él (Mc. 16,11-14).
Jesús fue libre de la necesidad de ganar: supo perder y así ganó verdaderamente (Flp. 2,5-11).