Dios, que es el Padre de todos, no puede reinar entre los hombres sino haciendo justicia a los que nadie hace (Sal. 72,12-14;146,7-10).
Dios ha creado un solo mundo para todos sus hijos por eso el Reinado de Dios que quiere Jesús (Mc. 1,14-15), que tendrá su plenitud en el banquete, en la fiesta definitiva (Mt. 8,11-12; Lc. 13,28-29; Mt. 15,21.23), en lo que llamamos "el cielo", supone ya aquí la etapa histórica del Reino. Es decir: que ya aquí, en este mundo, y ahora en todo tiempo, tenemos que ir haciendo una comunidad, una sociedad, con un nuevo modo de vida (Mt. 7,21.26; 13,20-21) basada en la igualdad y solidaridad de los hombres hermanos, hijos dedos, libres.
Por eso una sociedad que margina a la gente, que abre una "creciente brecha entre los ricos y pobres", en la que "el lujo de unos pocos de convierte en insulto contra la miseria de las grandes masas", y una religión que tolera tales marginaciones no está de acuerdo con el mensaje de Jesús sobre el Reinado de Dios: "Esto es contrario al plan del Creador y al honor que se le debe".