¡Ay de los que ansían el día del Señor!
¿De qué os servirá el día del Señor
si es tenebroso y sin luz?
Como cuando huye uno del león y topa con el oso,
o se mete en casa, apoya la mano en la pared
y le pica la culebra.
¿No es el día del Señor tenebroso y sin luz,
oscuridad sin resplandor? (Am 5,18-20).
Aquel día -oráculo del Señor-
haré ponerse el sol a mediodía
y en pleno día oscureceré la tierra.
Convertiré vuestras fiestas en duelo,
vuestros cantos en elegías,
vestiré de sayal toda cintura
y dejaré calva toda cabeza;
les daré un duelo como por el hijo único,
el final será un día trágico (Am 8,9-10).