Porque no me afrentó un enemigo, Lo cual habría soportado; Ni se alzó contra mí el que me aborrecía, Porque me hubiera ocultado de él; Sino tú, hombre, al parecer íntimo mío, Mi guía, mi familiar; Que juntos comunicábamos dulcemente lo secretos, y andábamos en amistad en la casa de Dios
(Salmos 55:12-14)
Reflexión: Aun cuando nadie puede elegir a las personas que quiere tener como familia, los amigos, forman parte de ese selecto grupo que podemos considerar familia, sin compartir necesariamente lazos sanguíneos, por lo que cuando alguno de ellos nos traiciona, nada nos duele más como esta clase de herida. La traición “es una falta contra la confianza, que se comete al quebrantar la fidelidad o lealtad que se guarda a una persona o causa”, este acto, es causal de un gran daño que debe considerarse pecado, y en muchos casos la reacción ante este mal puede llegar a ser peor si nos dejamos llevar por los sentimientos de un corazón herido. Jesús nos dio ejemplo cuando luego de que Judas, quien fuera uno de sus discípulos y encargado de la administración del dinero, lo traicionara, aun así, Jesús le llamó amigo, como lo leemos en Mateo 26:50 “Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron”. Jesús no le llamó amigo por ironía, sino por dolor y tristeza, que Judas a quien le había entregado su amor y confianza, en ese momento le traicionaba, en Salmos 41:9 se lee: “Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que mi pan comía, Alzó contra mí el calcañar.” Habrá momentos cuando nuestros amigos nos confronten con amor para ayudarnos, pero también existirán otros que nos traicionarán, pero no significa que todo está perdido. Si tu amistad en algún momento se ve afectada por la deslealtad y la falta de confianza, siempre debes tratar de remediar el conflicto, y lo primero que debes hacer es aclarar la situación, ya que muchas veces los problemas se deben a la falta de comunicación, siendo en la mayoría de los casos, al final todo un mal entendido, aunque hay traiciones que nos marcan más que otras, es necesario que puedas perdonar sin importar cuánto mal te hayan causado, así lo demanda la palabra de Dios en Colosenses 3: 13 “Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó; así también hacedlo vosotros.” Si bien es cierto que suele ser difícil perdonar a quienes nos han fallado, la clave para hacerlo es recordar lo mucho que Dios nos perdonó, y además pensar en su amor infinito nos ayuda a amar sin tener que traicionar, quizás la amistad se termine por la traición si es una falta muy grave, pero otorgar el perdón es propicio para encontrar la paz y mantenernos en el camino, pues el rencor solo daña nuestro corazón.
Paz y Gracia.